Muchos son los que en algún momento de su vida empiezan por preguntarse… ¿Qué es lo que debo hacer? ¿Será que lo que hago me va a llevar a cumplir el objetivo por el cual nací? ¿Qué diablos debo hacer este día que ya no tiene sentido?…
Algunos lograrán darse cuenta de eso que deben saber y hacer para vivir felices, pero algunos otros solamente no podrán dar pie con bola; así empiezan a vivir etapas de desesperación, angustia y quizá depresión. Empiezan por juzgar cada una de sus acciones del pasado, del presente y temen al futuro; aunque siempre son más las acciones de aquellos que les rodean las que terminarán en sus juicios.
El miedo parece quitarles la libertad y también la vida. Sienten que al carecer su vida de sentido, lo siguiente es sucumbir y acabar así su paso por la vida.
Los juicios y los pensamientos, artífices de la mente, son sólo la señal de que ésta necesita un poco de atención. No necesitan poner atención a lo que pasa en ella, necesitan limpiar el proceso de pensamiento, disminuir la cantidad de juicios que emiten, hasta que la plenitud de vivir, de ser libres y ser felices sea parte del amanecer de cada día.
La libertad y la vida la encontrarán al perdonarse a sí mismos cada vez que sus hábitos los lleven a expresar o pensar un juicio.
Al juzgar se lastiman a sí mismos pues eso que ven en quienes los rodean no es más que el reflejo de su estado interior que clama por ser curado, liberado.
No necesitan que los perdonen, ni perdonar a nadie pues esta acción sólo dará fuerzas de supervivencia a ese ego fuera de control. Cuando piden perdón, es su ego quien reclama importancia para poder seguir existiendo, sin embargo, ustedes no son su ego. Pedir u otorgar perdón es una acción que trae inequidad pues los acomoda en una posición superior al hacerse de la capacidad de perdonar a otros. ¿Por qué perdonar a otros si todos son la misma creación de Dios? ¿Por qué no aceptar que al perdonarse están perdonando a todos esos con los que son uno solo?
Al perdonarse a sí mismos se liberan y liberan a su herman@, porque él se muestra atado con sus ataduras, lastimado por sus golpes, entristecido por sus tristezas… al perdonarse y aceptarse llevan a cabo el más sublime acto de amor… AMAR A MI PRÓJIMO COMO A MI MISMO.